Por Luis Martínez Alcántara
En el choque entre Inter Miami y CF Montréal, el 5 de julio de 2025, Lionel Messi intentó un pase en la salida desde atrás, pero la pelota le quedó larga al joven zaguero Avilés. El error fue aprovechado por Prince‑Osei Owusu, quien se adelantó y cruzó un remate para abrir el marcador en favor del Impact, lo que puso a Inter Miami abajo desde el inicio.
Pese al traspié inicial, Inter Miami mostró carácter: se reagrupó y empató en el minuto 33 con un zurdazo de Tadeo Allende, tras una asistencia limpia de Messi. Antes del descanso, el propio Messi aprovechó una brillante jugada individual para poner a Miami al frente, firmando el 2‑1.
En el segundo tiempo, con goles de Segovia y un doblete de Messi, el equipo resolvió un marcador que, gracias a ese autogol provocado, fue más dramático de lo habitual .
La jugada dejó en evidencia los riesgos de liderazgo: incluso los astros pueden precipitar acciones que alteran el desarrollo del partido. En un campo ajeno, un error temprano puede socavar la moral colectiva. Sin embargo, tras el tropiezo, Messi supo asumir su rol y reivindicarse mediante calidad pura y determinación. Su reacción fue muestra de resiliencia: convertir sus propias fallas en motor de triunfo habla de la mentalidad que lo define como jugador.
Para el entorno de Inter Miami, el gol en contra fue un llamado de atención. Instó a reforzar la salida del balón y la atención en momentos decisivos. El cuerpo técnico de Mascherano valoró la rápida recuperación, destacando que el equipo respondió con disciplina y gradual superioridad táctica.
Más allá del traspié inicial Messi se reivindicó y cortó la mala racha con una actuación estelar. Dejó un mensaje potente: errar es humano —incluso para leyendas—, pero la grandeza también se mide en la capacidad de redención. Al cierre del partido, el 4‑1 frente a Montréal confirma que Messi sigue siendo el motor impulsor del proyecto de Inter Miami.
